jueves, 31 de octubre de 2013

CATALUNYA V - jordi gracia

EL PAÍS 31.10.2013

El miedo de mi izquierda

Hay una resistencia al proceso soberanista que cree que hay razones sociales y políticas superiores al cálculo mercantil





Confieso que nunca me había tenido que preocupar de los empresarios. Quiero decir que todo era sencillo y simple como los cuentos de hadas que nunca leí en la infancia (excepto cuando los interpretaba Bruno Bettelheim). Ellos son de derechas y yo de izquierdas: tan simple como eso, un axioma fuera de toda discusión. Por supuesto, el proceso soberanista también ha hecho saltar por los aires las cosas obvias o más simples, aquello en lo que parecía que uno asentaba su estructura ideológica más elemental.
En aquellos felices tiempos, el empresariado tenía como gen esencial y biológico el objetivo de ganar dinero, explotar las plusvalías del sistema capitalista y menospreciar cualquier forma de cooperación ciudadana y social (excepto bajo presión legal, jurídica o fiscal). La izquierda estaba encargada de regular de algún modo —legal, jurídico o fiscal— el beneficio que el empresario era capaz de ordeñar sin tasa o con tasa, con control ecológico o sin él, con mercancías deseables o indeseables.
¿Sigue en este terreno todo exactamente igual que antes de la crisis? Es decir, ¿sigue todo exactamente igual que antes del estallido del proceso soberanista? Yo no estoy ya tan seguro por varias razones vinculadas a la experiencia empírica y a algunos detalles de la crónica política cotidiana. Me sentí preocupante, inquietante, alarmantemente cerca de muchas de las cosas que defendió Duran i Lleida en el largo programa que 8TV le dedicó el viernes pasado y me sentí reconfortado, complacido y hasta exaltado en el tartamudeo congestionado al que Pilar Rahola acabó recurriendo: con el tiempo sus ejercicios de savonarola mística por la independencia acabarán conquistando entrada propia en el nuevo testamento de la demagogia patriótica. Pero dejemos a Pilar Rahola, porque mi problema es inequívocamente más grave. Mi problema es que que en un rápido chequeo ideológico-político, comprobé que mi proximidad a las posiciones de Duran i Lleida tenía que proceder o bien de mi flagrante aburguesamiento biológico-económico, lamentable testimonio de la caducidad de las convicciones políticas, del paso de la juventud, de la erosión de la fe, etcétera, o bien la causa era la proletarización galopante del líder democristiano.
Me tranquilicé después de cenar, y de golpe dejé de sentirme adúltero ideológico, débil mental o mentecato simple. La explicación para mi miedo podía ser compartida por una buena parte de la izquierda. Durante años se sintió cómoda o incómoda votanto al PSC o a ICV, pero los acababa yendo a votar, cómoda e incómoda, como parte de la cuota civil de una izquierda escarmentada ya, civilmente educada en la rutina democrática. Íbamos a votarlos porque eran la opción política e ideológica menos mala frente al poder del empresariado, es decir, frente al poder; sentíamos que ese voto facultaba a los parlamentos y las estructuras del Estado para limitar, moderar o contrarrestar el afán de lucro como parte necesaria de la víscera del empresario.
Y de pronto hemos descubierto en un extraño juego de manos que buena parte de la izquierda y buena parte del empresariado más potente del país se encuentran en una posición inauditamente compartida. A los dos les parece que el proceso soberanista conduce hacia un futuro inmediato intranquilizador. A los empresarios les parece que perjudica su capacidad de negocio porque la inestabilidad es enemiga del capital. A buena parte de la izquierda, en cambio, nos parece rechazable el proceso soberanista porque incumple y conculca algunos de los principios ideológicos que justifican sentirse de izquierdas y querer una forma de solidaridad activa y veraz, equitativa pero real, entre más ricos y menos ricos, entre más pobres y menos pobres. Y esa izquierda sigue creyendo que el marco de evaluación de esa solidaridad es un marco político de negociación; es pacto y horas, es humo (o antes era humo de tabaco) y ronda de mesas y debates, privados o públicos, de empresarios y de sindicatos, de agentes sociales y de analistas políticos.
Pero también cree esa izquierda otra cosa. El marco de análisis no puede ser la inmediatez histérica de la Cataluña de hace dos años, cuatro años, seis años. Ni el marco tampoco puede ser la fantasía analítica de que Catalunya iba por libre y no tiene responsabilidades compartidas al menos desde 1909, 1917, 1923, 1932, 1936 —y, más importante, 1939—, 1978, 1980, 2006 (el año del nuevo Estatut) y 2010 (la sentencia del Constitucional).
Mi izquierda tiene miedo. Pero no porque es cobarde ni porque tema que seamos más pobres con la separación de España. Mi izquierda tiene miedo porque su resistencia al proceso soberanista se apoya en razones ideológicas que no son exclusivamente mercantiles ni comerciales, no se funda en prospecciones de mercado y sigue creyendo que hay razones sociales y políticas superiores al cálculo mercantil para entender que el proceso induce la gestación de una sociedad éticamente más débil y socialmente más egoísta. Aunque estos argumentos despierten la risa tonta del empresariado.

Jordi Gracia es profesor y ensayista.





CATALUNYA IV - carlos jimenez villarejo

EL PAÍS, 31.10.2013

Por una Cataluña solidaria

Hay otras voces y otras alternativas a lo que, bajo el eufemismo llamado “derecho a decidir”, es simplemente la ruptura con España. Estamos ante un grave retroceso histórico que perjudica a las clases populares

EVA VÁZQUEZ
                      El Roto, “el sueño de la nación produce —cuando menos— exilios”. Ante las últimas resoluciones del Parlamento de Cataluña, de 27 de septiembre, se hacen indispensables ciertas reflexiones que pretenden hacer visible que, hoy en Cataluña, hay otras voces y otras alternativas a lo que, bajo la cobertura del eufemismo llamado “derecho a decidir”, es pura y simplemente la ruptura con los españoles que conviven y, posiblemente, sufren más que la mayoría de los ciudadanos de Cataluña.
Como recordara El Roto, “el sueño de la nación produce —cuando menos— exilios”. Ante las últimas resoluciones del Parlamento de Cataluña, de 27 de septiembre, se hacen indispensables ciertas reflexiones que pretenden hacer visible que, hoy en Cataluña, hay otras voces y otras alternativas a lo que, bajo la cobertura del eufemismo llamado “derecho a decidir”, es pura y simplemente la ruptura con los españoles que conviven y, posiblemente, sufren más que la mayoría de los ciudadanos de Cataluña.
Pero, resulta necesario llamar la atención sobre la Declaración de Soberanía del 23 de enero de este año, que constituye su precedente.
Primero, basta ya de manipulaciones históricas. Ya sabemos lo que significó para Barcelona y Cataluña el 11 de septiembre de 1714, ¡hace más de tres siglos!, pero que no nos oculten la verdad. Manuel Vázquez Montalbán se refirió a ese acontecimiento así: “La feroz resistencia de sus clases populares encabezada por Rafael Casanova y el general Villarroel, mártires víctimas de una causa nacional perdida”. ¿Quién se acuerda de Villarroel? Y, en esa terrible fecha, los Comuneros de Barcelona, representantes del pueblo, lo animaban a soportar las consecuencias de la derrota, advirtiéndoles él que quedarían “esclavos con todos los demás españoles engañados”. ¿Dónde estaba la ruptura con España?
En dicha Declaración se atribuía exclusivamente al Estado español “la involución del autogobierno” de Cataluña. Una mentira más de los gobernantes de CiU, asumida por ERC e ICV. Por ejemplo, el proceso de destrucción del sistema sanitario público catalán, ¿es responsabilidad exclusiva del Gobierno de Rajoy? Evidentemente, no. Cuando el presidente Mas denuncia los “agravios” del Estado español, se olvida de que son peores los agravios que él y sus gobernantes han infligido a su pueblo, al que ahora trata de embaucar con delirios remotos. Su grupo parlamentario en el Congreso de Diputados apoyó las medidas más duras del PP, como el RDL 20/2011, que incluía enormes restricciones en el sector público —incluidas la educación y la sanidad— y congelación de salarios, así como cuantas medidas se adoptaron para la reestructuración bancaria y saneamiento del sector financiero en beneficio de los más poderosos. Pero, eso sí, como denunció el diputado Joan Coscubiela, el presidente Mas mantenía “un doble lenguaje” mientras “defendía los intereses de sectores económicos y lobbys catalanes y españoles”.
Mas denuncia “agravios” del Estado español, pero son peores los que él ha infligido a su pueblo
Pero aún es más reprochable en esa Declaración que no cite en ningún momento a los ciudadanos y pueblos de España, como si las mujeres, hombres y niños/as de España pudieran ser confundidos con las instituciones y normas jurídicas que los regulan. Para los firmantes de esa Declaración, España solo son el Estado español, la Constitución de 1978 y la II República. Es muy grave. Como es, igualmente irritante e injusto, que si bien el apartado 5 de la Declaración se refiere a “Europa” —luego a la Unión Europea—, se omita toda referencia a España, a la que Cataluña ha estado vinculada hace centenares de años, y, en su lugar, se haga referencia al “Estado español” como sujeto de negociaciones, al mismo nivel que las instituciones europeas o la comunidad internacional, cuando la continuidad o no de los lazos de Cataluña con España es, en definitiva, el núcleo del debate y el objetivo fundamental de la supuesta consulta. Al menos, así lo entendemos los denominados en el Estatuto “ciutadans espanyols” y, sobre todo, los ciudadanos de esa España que, indignamente, se oculta. Y, por último, en el apartado Legitimidad democrática, se dice que en el proceso que plantea se garantizará “la pluralidad de opciones y el respeto a todas ellas”, afirmación completamente falsa, que descalifica al propio proceso.
Frente a las pretensiones expuestas en dicha Declaración, hay que hacer constar que el Gobierno de CiU está incumpliendo de forma flagrante el Estatuto vigente, que “quiere proseguir… la construcción de una sociedad democrática y avanzada… solidaria con el conjunto de España…” y que quiere “desarrollar su personalidad política en el marco de un Estado que reconoce y respeta la diversidad de identidades de los pueblos de España”. Se niega a admitir que igual que había varias “Barcelonas”, también hay varias “Cataluñas” que desean convivir en paz y armonía con todos los pueblos de España.
Naturalmente que Cataluña es una indudable “realidad nacional”, pero también es cierto que esa realidad se ha fraguado, fundamentalmente en el siglo XX, por el apoyo que ha recibido constantemente de todos los pueblos de España. Cataluña es lo que es porque, tras las oleadas migratorias de dentro y fuera de España, se ha construido una “sociedad integradora” donde pueden convivir “identidades diversas”. Esta es la gran riqueza de Cataluña, como pueblo y como cultura.
Es la suma de los sufrimientos y aspiraciones de catalanes de origen y de inmigrantes, nacionales y extranjeros, que abandonaron sus tierras a causa de las políticas capitalistas que gobernaron coordinadamente las burguesías de España y Cataluña.
Esta tierra es la suma de los sufrimientos y aspiraciones
de catalanes de origen y de inmigrantes
En las resoluciones parlamentarias citadas se plantea un marco institucional inmediato, que es claramente contradictorio con nuestra Constitución democrática. Más allá de las dificultades legales que ciertamente concurren para la celebración de consultas, competencia exclusiva del Estado y que solo pueden ser consultivas, es justo reconocer que esta competencia del Estado es delegable en una comunidad autónoma pero deberá hacerlo a través de una ley aprobada por el Congreso de Diputados. En todo caso, la pretensión de los partidos soberanistas se enfrenta a un precepto constitucional esencial, porque afecta a la igualdad de todos los ciudadanos: “Todos los españoles tienen los mismos derechos y obligaciones en cualquier parte del territorio del Estado”.
Ciertamente, se hace referencia a “un proceso democrático” y a un “diálogo con las instituciones del Estado para acordar las condiciones legales para el ejercicio del derecho a decidir”. Luego, se reitera “el diálogo y la negociación con el Gobierno del Estado” con el objetivo de realizar una “consulta democrática” para determinar el resultado del ejercicio de aquel derecho. Para, a continuación, argumentar, con evidente error, anticipación histórica y manipulación política, que “la voluntad mayoritaria del pueblo de Cataluña” ha quedado expresada en la manifestación del pasado 11 de septiembre. El Parlamento de Cataluña llega, pues, a asociar derecho a decidir con independencia a partir de unos datos sociológicos, los que fueran, que en absoluto se corresponden a la libre y democrática expresión de la voluntad popular en las urnas. Por tanto, ya no estamos hablando de derecho a decidir sino, pura y simplemente, de una consecuencia, la secesión de España, que es radicalmente incompatible con la Constitución vigente.
De aquí se desprende que en la Resolución se plantee una situación de “transitoriedad jurídica” y de “estructuras de Estado” cuando, hoy por hoy y no sabemos hasta cuándo, el actual estatus institucional de Cataluña es el establecido en el Título VIII de la Constitución. Y en un Estado democrático choca que un Parlamento plantee unas propuestas con un cierto tono de provocación como cuando afirma que el deseado diálogo “no se puede eternizar”. ¿Es una velada amenaza? Y es igualmente rechazable, por la falta de respeto a otras opciones legítimas sobre las relaciones de Cataluña y España, que la pretendida “consulta” solo verse sobre “la pregunta”, dando a entender que es única y excluyente fuera de la independencia. Si fuere así, debemos rechazar y denunciar un programa tan sesgado como engañoso para los ciudadanos.
Y, para concluir, el objetivo constitucional de que la libertad y la igualdad de los ciudadanos sean “reales y efectivas” en el marco de una democracia avanzada —centro de la Constitución y del Estatuto vigente— ha quedado limitado a una genérica referencia a la “profundización del Estado del Bienestar”. Proclamación que, como ha sostenido SOS Racisme, está “en flagrante contradicción con las políticas económicas del actual gobierno”. Realmente, estamos ante un gravísimo retroceso histórico que, como siempre, perjudicará a las clases populares.

Carlos Jiménez Villarejo es jurista y miembro de Federalistes d’Esquerres.


Manuel Vazquez Montalban, sobre Mariano Rajoy

Columna publicada en octubre de 2003 (dias antes de su muerte) en EL PAÍS

De cómo don Mariano Rajoy se convirtió en un ovni

MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

El País, 3 / 10 / 2003


He escrito que tiene algo Mariano Rajoy de enorme bebé sonriente y barbado, como nacido de las placentas aznarianas, génesis determinante para que la plana mayor del PP lo ratificara como sucesor mediante una votación antaño calificable de a la búlgara. Eran famosas las decisiones del Comité Central de la Bulgaria comunista porque allí se aprobaba todo por unanimidad. Pocos días antes de la elección de don Mariano, a manera de globo sonda, se anticiparon dos rumores: el de la posible victoria de Rajoy, anticipación sorprendente, porque era el aspirante Rato el mejor situado a la derecha del señor presidente, y el otro rumor parecía algo surrealista: señalaba a Acebes como el heredero. A priori quedaba descartado Mayor Oreja, porque en el País Vasco lo ha hecho casi todo o mal o excesivo, y también caía de las quinielas Ruiz-Gallardón, el mejor paracaidista con que cuenta el PP.
Ya elegido don Mariano, circula incluso por las Cortes la sorprendente noticia de que Rato perdió a causa de Acebes, no de Rajoy. De pronto, Aznar habría reunido a sus delfines y les habría dicho que ni Rajoy, ni Rato, ni Mayor Oreja. Los órganos decisorios de Aznar, cada vez más explícitamente demócrata orgánico, se pusieron en movimiento y, a través del dedo con el que señala a Fidel Castro e Ibarretxe para que cambien de corbata unas veces y otras de piñón, señaló a Acebes. Tal vez porque al ministro del Interior no se le conoce ni una, ni una sola palabra que no la haya dicho antes Aznar, o quizá porque era el menos carismático de los posibles herederos, y ya sabemos cuánto detesta Aznar los carismas, Acebes ha conseguido tener cara de ministro del Interior posmoderno que, como todo el mundo sabe, es una cara de diseño que no se parece en nada a los ministros del Interior de antaño. Recuerden la de Camilo Alonso Vega, por ejemplo, o, ya en la democracia, las de Rosón y Martín Villa, ceñudas, algo reconsagradas. Agraciado, aunque con mesura, Acebes utiliza con respecto al asunto vasco el mismo piñón que su jefe, hombre de escasísimas ideas y, por tanto, muy fijas, que valora a las personas y las cosas por la posición que tienen con respecto a sus dos obsesiones: el terrorismo vasco y el iraquí.
No esperaba el jefe de Gobierno saliente una reacción excesivamente contrariada de los delfinesdespechados, pero, según los expertos en la crónica del corazón y de las ingles del aznarismo, Rato dijo no estar de acuerdo con perder su opción por un recién llegado. Cierto o no, es hermoso creer que Aznar casi lloró a causa de la reacción del ministro de Economía y, al mirar a su alrededor, vio que Rajoy estaba allí, silencioso, inmutable, como casi siempre, le venga encima un chapapote o un descarrilado tren de escasa velocidad o una guerra en pro de la justicia infinita. Fue entonces cuando Aznar comprendió que Rajoy era el mal menor.
Así contada la historia, merecería un lugar en Crónicas marcianas, relatada con el talento épico de Boris Izaguirre o en una posible resurrección del inolvidable Hotel glamour, balbuceada por Pocholo Martínez Bordiú. Las maneras orgánicas de don José María se prestan a la especulación sobre las secretas lógicas que utiliza para llegar a sus conclusiones y a sus decisiones. Cierta o supuesta, la secuencia resulta incómoda para Rajoy porque le aísla en ese viaje de seis meses hacia el cielo o hacia el infierno, seguido posiblemente por el disimulado rencor no sólo de los despechados veteranos, sino también del neonato Acebes. Si Rajoy gana las elecciones generales de 2004, tiene una propicia carrera política por delante, pero si no las gana, muy probablemente tendrá que retirarse a Galicia cuando se produzca el hecho biológico sucesorio de la extinción de don Manuel Fraga Iribarne. De momento, el aspirante no podrá decir nada que marque diferencias con su creador y tendrá que llegar a la convocatoria electoral con todas las virtudes y todos los defectos de Aznar como propios, y sin poder arriesgarse demasiado a orientarnos sobre su mismidad política, si es que la tiene. Cuando se convoquen las elecciones podrá pasar a primer plano y ponerle voz a un programa en el que sin duda habrán intervenido los aznaristas, en coincidencia o no con los marianistas, nuevo cerebro colectivo entrevisto en el PP como intelectual orgánico coral al servicio de don Mariano Rajoy.
De no poner en marcha el marianismo, el aspirante corre el riesgo de no ser él mismo hasta el desafío electoral del próximo marzo y quedar como un objeto volante no identificado de local en local del partido, de congreso en congreso de Nuevas Generaciones y sin poder asomarse al exterior, donde Aznar se reserva a sus Bush, sus Gaddafi, sus Blair y sus Berlusconi. El jefe de Gobierno realmente existente sigue poniendo la letra y la música a esa zarzuela en la que vive desempeñando todos los papeles, desde el tenor cómico a la tiple desgarrada, y en la que se ha reservado también la misión de la vicetiple veterana, la señá Rita, por ejemplo, para orientar al neonato y que su sistema de señales no introduzca ruidos en el canal del correcto mensaje liberal conservador. El anuncio de que Aznar va a presidir la FAES como centro de pensamiento del PP nos previene sobre la posibilidad de que esta asociación sea como una inquisición interna vigilante de la ortodoxia aznariana. Rajoy ya ha asegurado que va a seguir en todo la política de su antecesor, y esta afirmación puede ser inquietante o simplemente retórica. Si se trata sólo de quedar bien con su padrino, bienvenida sea la declaración agradecida que transmite la latencia de un buen corazón. Ahora bien, si realmente Rajoy quiere continuar enmarañando todavía más la cuestión vasca y enviando más soldados españoles a Irak como ratificación de la política internacional de Eje Atlántico, entonces habría que pensar que el nuevo candidato del PP a la jefatura del Gobierno en 2004 nace atado y bien atado.
Rajoy tiene como primer objetivo ganar las elecciones de 2004 y, a pesar de su reconocida habilidad y capacidad todoterreno, el periodo de seis meses preelectorales es excesivamente largo y difícil. Ante todo, va a compartir liderazgo con Aznar y hacer suyos todos los dislates del aznarismo en el bienio negro de la mayoría absoluta. Los problemas los ha creado Aznar y los hereda Rajoy como si no fueran problemas, sino inevitables decisiones políticas reveladas por algún dios padre; no vale la pena concretar más. En el caso de ganar las elecciones en 2004, espléndido, pero, de no ganarlas, don Mariano es político muerto dentro y fuera del PP. No ha sido designado para cambiar política alguna, aunque puede tomar la iniciativa de aliviar las tensiones creadas por el entrecejo físico y espiritual de su padrino, convertido en una pesadilla lingüística. Todo el sistema de señales de Aznar se ha desmadrado y no hay nadie a su alrededor en condiciones de arreglarle el piñón; no digo ya de cambiárselo.
La demostrada endeblez de la dirección coral del PP, sometida al caudillaje absoluto de Aznar el absolutista, es otro factor que limita el ejercicio de la singularidad de Mariano Rajoy. De momento, Aznar es la única luz y la única sombra del aspirante. Durante meses, los dos parecerán el Dúo Dinámico, o Pili y Mili, o los Pecos, intentando cantar sincronizadamente y llegar ilesos a la convocatoria electoral a través de un desfiladero lleno de chapapotes, trenes de velocidad fallida, iraquíes y vascos independentistas, Ibarretxe de ciclista a piñón fijo y, además, la señora Palacio en pleno frenético desconcierto que se le nota hasta en la sintaxis, es decir, en la relación entre pensamiento, respiración y sintaxis, según establecía muy sabiamente mi profesor, el poeta José M. Valverde.
Hemos de ver qué imagen escoge Rajoy para compensar la de gato panza arriba adoptada por Aznar durante su bienio negro. Gatuno es el señor Rajoy, pero evoca sobre todo al felino astuto, grandote, pero de movimientos silenciosos, que aparentemente no tiene un miau malo para nadie. Incluso cuando Rajoy se pone agresivo trata de no perder el sentido del humor y, por tanto, preparémonos a que elshow de este nuevo Dúo Dinámico, Aznar y Rajoy, asuma la dialéctica entre el bueno y el malo, el guapo y el feo, el listo y el tonto, clave en la historia de los mejores duetos, tanto en el formado por Abbot y Costelo como en el integrado por Ortega y Gasset, que, como todo el mundo sabe, era dos filósofos en uno. Y así, hasta marzo.


miércoles, 30 de octubre de 2013

Manuel Vazquez Montalban "e" Lorenzo Silva

REVISTA MERCURIO, noviembre 2013

Un héroe subnormal

LORENZO SILVA  |  FIRMA INVITADA · MERCURIO 155 - NOVIEMBRE 2013
Así definía Manuel Vázquez Montalbán a Carvalho en 1996, con motivo de El premio. Aludía con ello a los orígenes del detective, creado en 1972 a la sombra de su Manifiesto subnormal, y como protagonista de aquella extraña novela (inclasificable, ni negra ni blanca ni todo lo contrario) que es Yo maté a Kennedy. Su ingreso en la cofradía investigadora, con todo, no se produciría hasta 1974, con su aparición en Tatuaje, un libro escrito en quince días como fruto de una apuesta y con una filosofía inspiradora que nadie puede resumir mejor que el propio autor: “La novela española entronizada era una ilegible mierda jaleada por los preciosos ridículos de una crítica con complejo de cosedores del himen de la doncella literaria por el realismo social, los personajes tardaban 30 páginas en subir una escalera y era preciso recuperar la inocencia narrativa de guardias y serenos”. Sobre estas premisas vino al mundo el detective más representativo e internacional de nuestra novela negra hasta la fecha, el arquetipo con el que todos los escritores del género en español, por muy dispares que puedan ser sus coordenadas de partida, están condenados a medirse y ser comparados sin remedio.
MVM-Carvalho
© MIGUEL SÁNCHEZ LINDO
La verdad, y lo digo como afectado, es que resulta una bendición que nuestro punto de referencia sea un tipo tan descreído y a la vez tan sentimental, tan incorregible y a la vez tan decente, tan diletante y a la vez tan riguroso como Carvalho. Creándolo y depositándolo en ese espacio peculiar y emblemático de la españolidad (y lo siento por el que se ofenda, pero esto resulta evidente) que es su Barcelona portuaria, posfranquista, posindustrial y aún no tuneada por la cursilería del posolimpismo y por la reinvención (y reducción) nacionalista, nos dejó un faro capaz de alumbrarnos por muchas décadas, quizá para siempre, merced a su parentesco con ese otro defensor de doncellas afligidas y apaleados varios que fue a dar, con todos los huesos de su Triste Figura, en las doradas arenas barcelonesas.
Carvalho, el gourmet, el quemador de libros, el Quijote que tiene como Sancho al insolvente Biscúter y como Dulcinea a la trabajada Charo, acierta a construir con su mirada escéptica e impenitente una ciudad que muchos seguimos viendo (como esa Roma ya ida que en algunas guías de la Ciudad Eterna representan en hojas transparentes superpuestas a las ruinas actuales) por sobre la Barcelona redibujada por el disseny e invadida por los cruceristas. Su Barrio Chino, que en la ciudad de hoy solo subsiste como una suerte de etiqueta arqueológica y no muy bien vista, perdura en cambio, vigoroso y palpitante, en las páginas de sus novelas, en el carácter socarrón y estoico de ese detective que no tiene como misión hacer justicia, sino dejar señalados a los injustos, los hipócritas, los que siempre robaron el futuro a los desgraciados con los que se siente solidario.
Desde Barcelona, en su último viaje, Carvalho llegó hasta Australia en el segundo volumen de Milenio Carvalho, con el que MVM incumplió su compromiso de matarlo en el año 2000. Este largo viaje de su detective fue presagio del que habría de ser también el último de su artífice. Viniendo de tan lejos, se quedó Manuel en Bangkok, donde también dejó su rastro Carvalho, bajo aquellos pájaros fatídicos. No hace mucho, en Australia, estuve con el mismo periodista de la SBS, la radio estatal australiana, que fue el último en entrevistarle. Ambos lo recordamos, al maestro y también a su personaje, ese héroe subnormal con el que, a buen seguro, despacha ahora un buen almuerzo y bebe un buen vino, con la satisfacción del placer cumplido.

Quintero, León y Quiroga


Manuel Vazquez Montalban "d" Manuel Vazquez Salles

REVISTA MERCURIO, noviembre 2013

Pequeñas cosas sin importancia

DANIEL VÁZQUEZ SALLÉS  |  MERCURIO 155 · TEMAS - NOV 2013
El autor de los recién aparecidos ‘Recuerdos sin retorno’, dedicados a la memoria de su padre, evoca el proceso de escritura de sus “pensamientos sin respuesta para Manuel”
MVM-Mantua
Vázquez Montalbán, en el Festival de Literatura de Mantua de 1998. © GIORGIO LOTTI
Este otoño he publicado un libro sobre recuerdos compartidos con Manolo. Un ensayo, si se puede catalogar así, que viaja por la vida y milagros, los justos, de una magnífica relación paterno filial rota por culpa de un infarto. La idea del libro nació hace años, pero los escritos que iban surgiendo despacio no lograban zafarse de una visceralidad poco recomendable y ante mi incapacidad de separar el grano de la paja, decidí guardarlos en un archivo de mi ordenador convencido de que en unos años lograría darle a los textos la pátina que merecían.
El problema con este tipo de escritos es cómo lograr distanciarse de los acontecimientos que se describen con el fin de evitar la cursilería y ciertos ajustes de cuentas demasiado sangrientos. Dos afectaciones que Manolo no hubiera podido soportar, como es lógico, y que yo hubiera sido incapaz de defender una vez la memoria se hubiera colocado en el lugar que se merece. Una máxima que debería tener en cuenta todo aquel que quiera viajar al pasado es que se evoca mejor desde la distancia y con una sonrisa en la boca.
Y fue un grandísimo editor, mi añorado, idolatrado y amado Manuel Fernández Cuesta, el que abrió de nuevo mi baúl de los recuerdos. Yo acababa de llegar de Madrid a la estación de Sants, y con el cuerpo desmembrado y la mente somnolienta tras un largo viaje en autobús me encontré con Manuel frente a la tienda de periódicos de la estación.
—Estoy preparando una colección de ensayos cortos y quiero que escribas uno —me dijo con esa mirada chispeante con la que solía acompañar sus proyectos.
Reconozco que yo no estaba con todos los sentidos a pleno rendimiento, y le propuse recuperar esos textos escritos a mediados de la década pasada sin estar convencido de que fueran a interesarle.
—Me parece una magnífica idea.
—¿Magnífica? —me pregunté.
Recuerdos-sin-retornoLa verdad es que me sorprendió su entusiasmo, y tras el encuentro, volví a casa con la firme decisión de no recuperar los textos perdidos en un archivo hasta que mis fuerzas físicas no estuvieran a la altura del entusiasmo de mi futuro editor. Otra vez me había metido en un laberinto de emociones, y ahora sí estaba obligado a encontrar una salida.
Días más tarde, cuando volví a releer los escritos, me di cuenta de lo acertada que había sido la decisión de guardarlos bajo mi custodia para poder recuperarlos en un futuro sin tantos aspavientos emocionales. La redacción era burda, visceral, caótica. Había empuñado las palabras como un asesino en serie empuñaría un cuchillo de matarife, y en las metáforas había mucho más de degüello que de reflexión. Una vez concluida la lectura de las cien páginas, la idea fue la de desmembrar los escritos y desorganizarlos en pensamientos. “Pensamientos sin respuesta para Manuel”, sugirió Fernández Cuesta.
Los recuerdos suelen tener un recorrido dispar, y suelen llegarnos a la mente de una manera desordenada e inesperada. Las coordenadas del libro debían ser esas. En cuanto al contenido, quedaba todo en un tiki taka entre mi yo, mi otro yo y mi padre, para definirlo en términos futbolísticos. El que haya asistido a sesiones de psicoterapia, sabe que los rondos de la memoria siempre son cosas de tres.
Reconozco que tardé más tiempo de lo debido en entregar el libro. El ejercicio de escritura me destrozó emocionalmente. Conducir por parajes que parecen perdidos en la memoria y apretar el freno cuando la velocidad es excesiva no resulta nada fácil. Pero el apoyo de Manuel y de Palmira, mi agente, fue fundamental para no tirar la toalla y abandonar a mi otro yo y a mi padre a las primeras de cambio con la intención de largarme a una isla perdida situada en algún océano por descubrir. Finalmente terminé el libro con el tiempo suficiente para que Fernández Cuesta lo leyera. Allí donde esté, le envío toda mi gratitud. Lo curioso de la historia es que estos “Pensamientos sin respuesta para Manuel”, que no hubieran sido posibles sin Manuel Fernández Cuesta, están dedicados a mi amigo heredado Manu Llorente. La galaxia manuelense tiene este poder.
Acabo de cumplir cuarenta y siete años y hace un decenio que perdí a mi padre. Diez años en los que nunca he dejado de hablar con Manolo. Un diálogo sencillo, que se asemeja mucho a un monólogo, como comprenderán los que no crean en espíritus ni en efectos paranormales. Palabras que nacen, generalmente, cuando las luces y los hombres se apagan, y la noche se abre para mostrar un inmenso firmamento de incógnitas. Son tantas las preguntas que dejé en el tintero, que ya no busco respuestas evasivas. Prefiero quedarme con la duda y recuperar la memoria de las experiencias compartidas.
Hace un decenio que perdí a mi padre. Diez años en los que nunca he dejado de hablar con Manolo. Un dialogo sencillo, que se asemeja mucho a un monólogo, como comprenderán los que no crean en espíritus ni en efectos paranormales
Treinta y siete años de vida en común dan para muchas historias, y los mejores recuerdos de Manolo son de nuestros viajes. No quiero decir con ello que de la vida doméstica no guarde alguna evocación merecedora de pasar a la lista de hits de la memoria, pero los viajes estaban exentos de moscas cojoneras. Si fuimos libres alguna vez fue cuando nos convertimos en ciudadanos transfronterizos.
De los paraísos perdidos me quedo con Grecia. Mi último viaje al país heleno lo hice sin Manuel, pero no hubiera vuelto sin una maleta llena de recuerdos que se remontan al primer viaje realizado en agosto de 1975. En los “Pensamientos sin respuesta para Manuel” escribo: “Grecia fue la libertad. ¿Te recuerdas, a ti, alejado de esa España rancia? ¿Te recuerdas, cruzando los campos de olivos por una carretera que desembocaba en un mar lapislázuli? ¿Te recuerdas, viviendo las noches con el aire empapado de vino de retsina? ¿Te recuerdas con tu risa al son de un sirtaki? ¿Te recuerdas recorriendo las carreteras griegas al grito de “arriba España” sin miedo a ser llevados frente a un tribunal militar? ¿Te recuerdas aterrizando en islas blancas en las que solo poner el pie quedaban postergadas las falsas identidades? ¿Te recuerdas seducido por el olor de los pulpos braseados tras haber sido secados al sol? Y del aroma del aceite puro, del frescor de un tomate, de la tersura de unas aceitunas tan negras como las que te trajo mi abuela Rosa en la España del pan negro y el racionamiento. ¿Te recuerdas siendo feliz?”. Yo sí me recuerdo siendo tu sombra y la de Anna cruzando el estrecho de Corinto en dirección a Nauplia, Olimpia y las tierras del duro rey Leónidas y su ejército de espartanos. Luego, asaltamos las Cícladas y en el disco duro de mi cerebro quedarían registradas para siempre pequeñas historias sin importancia con Delos y Mykonos como telón de fondo.
Fuimos felices en la patria de Theodorakis. De esos viajeros helenos son unos cuantos los que han abandonado el barco. Gloria Vilardell, la Vilavardel como la llamaba Manolo, imitando el acento de los amantes de la ópera que ella frecuentaba en Nueva York, también murió. Postales de Grecia. Días de vino y de rosas. Si alguna vez me pierdo, que me busquen en el corazón de Ulises. En la mesa de una playa de Patmos, jugaré a las cartas mientras bebo un vaso de ouzo en compañía de Manuel, que en gloria esté.
Si la felicidad dura lo que dura un instante, Grecia es una vida.
Daniel Vázquez Sallés publicó el pasado mes de octubre Recuerdos sin retorno. Para Manuel Vázquez Montalbán (Península).


Quintero, León y Quiroga



Manuel Vazquez Montalban "b" Georges Tyras

REVISTA MERCURIO, noviembre 2013

De la ética de la memoria a la estética del compromiso

GEORGES TYRAS  |  MERCURIO 155 · TEMAS - NOVIEMBRE 2013
En la obra narrativa de Vázquez Montalbán, la obsesión por los problemas del destino humano siempre se acompaña de una obsesión por los temas de la literatura
MVM-Paseante
© ASTROMUJOFF
La primera producción narrativa de Manuel Vázquez Montalbán surge, a principios de los años sesenta, en un momento en que el régimen franquista recurre a todas las variantes del discurso de propaganda para ocultar su naturaleza y su impostura y congela cualquier aspiración al debate, cualquier intento de reflexión. En opinión del escritor, ha llegado la hora de la subnormalidad:
“La presencia de Franco determinaba en buena medida la condición de subnormalidad. Generaba una sensación de estupidez y de subdesarrollo mental que hacía que la manera cómo se abordaban en España determinados problemas no tuviera nada en común con lo que ocurría en el resto del mundo”.
La única manera de dar cuenta de una situación sociohistórica de tipo subnormalconsiste en buscar un lenguaje adecuado, que se pueda oponer al lenguaje oficial, es decir que sea, literalmente, un contra-lenguaje, que ha de ser tan subnormal como el objeto de su denuncia. De hecho, este contra-lenguaje, salvando las fronteras genéricas tradicionales, integra paródicamente los procedimientos de expresión disponibles. Con la consecuencia notable de integrar en el texto literario, mediante el procedimiento del collage, materiales heterogéneos al mismo. La canción nacional, la receta de cocina regional, el grafismo satírico, la poesía popular, el horóscopo o el reclamo comercial, alcanzan así una dignidad literaria que les suele negar la República de las letras. La escritura subnormal preside la elaboración de casi todos los textos que entrega entonces Manuel Vázquez Montalbán: Recordando a Dardé (1969), Manifiesto subnormal (1970), Yo maté a Kennedy (1972), Guillermotta en el país de las Guillerminas (1973), Happy End (1973), Cuestiones marxistas (1974). A los que cabe añadir algunas piezas del volumen titulado Pigmalión y otros relatos: a pesar de su fecha tardía de publicación, en abril de 1987, la tercera parte de los textos que integra datan del período subnormal.

El efecto Carvalho: la memoria como ética y como motor narrativo
Serie-Carvalho-3El ciclo Carvalho nace como una crónica de la Transición democrática. La ficción policiaca permite resolver el delicado problema tecnológico del punto de vista sobre la realidad que percibe el detective, private eye, y la va descifrando, descodificando. La adopción de la poética “policiaca” es la de un procedimiento que es la dilucidación del enigma. La alezeiade los griegos. O el código hermenéutico de Roland Barthes. De ahí que los aficionados a las novelas “negras” del escritor sean los mejor preparados para convertirse en lectores de sus novelas “blancas”, en especial del grupo de textos de los años ochenta.
En El pianista (1985), un análisis del comportamiento de las élites culturales bajo el franquismo, el texto recorre el tiempo al revés, en tres etapas que conducen de la época contemporánea a 1936, año en que estalla el conflicto. No es sino al término de la tercera etapa cuando se percibe la coherencia de los itinerarios respectivos, y divergentes, de los protagonistas. Los alegres muchachos de Atzavara (1987) es una reflexión sobre el antifranquismo sociológico como actitud de provocación y raíz mítica de la España de hoy. La estancia estival, el año de la muerte de Franco, de un grupo de burgueses barceloneses, es referida diez años más tarde por cuatro voces diferentes: la conjunción de los cuatro relatos permite la radiografía moral de la época. En Galíndez (1990), reconstitución del secuestro y subsiguiente asesinato, en 1956, por los esbirros del dictador de Santo Domingo y con la complicidad de Estados Unidos, del representante del gobierno vasco en el exilio, es una verdadera investigación, conducida emblemáticamente por una joven universitaria, lo que permite exhumar y reconstituir el fragmento de memoria histórica que la historia oficial se esforzaba en ocultar.
Marca de fábrica de la escritura de Manuel Vázquez Montalbán, la voluntad de saber aparece pues como el resorte fundamental de la dinámica narrativa, estructurada por su carácter enigmático. Los personajes de Cuarteto (1987), por ejemplo, extreman los rasgos de los burgueses narcisistas de Los alegres muchachos de Atzavara y de los intelectuales progres de El pianista, se mantienen al margen de la Historia por conformismo individualista y encarnan el pensamiento posmoderno más light. El procedimiento de Vázquez Montalbán, que tiene como virtud la de enmarcar el relato en el espacio cerrado de la investigación, permite mostrar hasta qué punto este pensamiento posmoderno da vueltas vacuas.

Del poder del desencanto al desencanto del poder
Las novelas que ven la luz a lo largo de los años noventa son menos tributarias del código hermenéutico, desde el punto de vista narrativo, pero siguen presentando el mundo sensible desde una perspectiva dual: verdad vs falacia, inocente vs culpable, apariencia vs realidad, víctimas vs verdugos. La capacidad de distinguir las dos caras de cualquier fenómeno del funcionamiento histórico, ideológico, político, social o cultural se pone al servicio de un análisis penetrante del poder en sus diversos avatares.
La capacidad de distinguir las dos caras de cualquier fenómeno del funcionamiento histórico, ideológico, político, social o cultural se pone al servicio de un análisis penetrante del poder en sus diversos avataresCon Autobiografía de Franco (1992), Manuel Vázquez Montalbán erige un monumento al antifranquismo, mediante un sutil recurso literario, que consiste en cotejar discurso —el de Franco— y metadiscurso —el del escritor comunista Marcial Pombo. Este escribe como si fuera el Caudillo, pero de vez en cuando no puede más y opone a la voz dictatorial el contrapunto de su propia visión del mundo. El desdoblamiento esquizofrénico pone mejor de relieve la crueldad sin escrúpulos del dictador, que sobreponía el poder a cualquier forma de cultura y de lenguaje. También recurre al desdoblamiento El estrangulador (1994). Albert DeSalvo, recluido a perpetuidad en un manicomio penitenciario, que confiesa sus crímenes de asesino en serie y asume la crítica despiadada a una sociedad en la que el hombre es un lobo, o un loco, para el hombre, se llama Albert Cerrato en la segunda parte de la novela, en la que opone su capacidad racional a la forma perversa de opresión del lenguaje psicoanalítico. O César o nada, publicada en 1998, es claramente un acercamiento a las complejas figuras en las que reside el ejercicio del poder, a través de los miembros de una misma familia: los sobrinos del Papa Calixto III, el valenciano Alfonso Borja (nombre más conocido por la variante italianizada de Borgia), el papa Alejandro VI y los hijos de este, César y Lucrecia, y Francisco de Borja, uno de los inspiradores de la Contrarreforma. Como trasfondo, la figura de Maquiavelo y la problemática de la razón y los crímenes de Estado. EnErec y Enide (2002), la “Alegría de la Corte”, peripecia narrativa capaz, en el Érec et Énide de Chrétien de Troyes, de sumir a un reino entero en el más auténtico júbilo, pasa a designar el escenario —una finca familiar en el Maresme catalán— de la patética pena experimentada por la protagonista Madrona, y compartida en grados distintos por Julio, Pedro y Myriam. La materia de Bretaña es en efecto un mecanismo pretextual de conjunto, capaz de revelar en todos sus aspectos la relación entre vida y literatura.
Ha contado Manuel Vázquez Montalbán que su pasión por Érec et Énide, libro y personajes, nació en las clases del viejo y respetado profesor Martín de Riquer, y permaneció en germen casi tanto tiempo como la historia que cuenta en Galíndez.Dio lugar, ya en 1969, a un hermoso poema de Movimientos sin éxito, publicado más de treinta años antes de la novela, en el que se podía leer, entre otros versos, estos:
“triste riesgo el ser más que nadie incluso para el amor
pero ahora, Enide
las imágenes rotas deben convencerla
de que nunca llegará a algún lugar
del que no quiera regresar”.
En Manuel Vázquez Montalbán, la obsesión por los problemas fundamentales del destino humano siempre se acompaña de una obsesión por los temas fundamentales de la literatura. Último avatar de la dualidad. ¿La literatura o la vida? ¡La literatura y la vida! Aunque esta sea fuente permanente a la vez de compromiso y de desencanto…
Georges Tyras es autor de Geometrías de la memoria. Conversaciones con Manuel Vázquez Montalbán (Zoela, Granada, 2003).


León y Quiroga